Con esta llamativa y divertida protección se evita el ruido que los alumnos hacen de forma involuntaria al desplazar las sillas y se contribuye a conseguir un espacio más confortable y libre de sonidos molestos. Una forma sencilla de reducir la contaminación acústica y tener una clase más en paz.
Unos 'antirruidos' o 'tragaruidos' que, además, resultan muy baratos y fáciles de confeccionar. Basta con agujerear con un punzón cada pelota para quitarle el aire y luego hacer una hendidura de unos dos centímetros que suele encajar perfectamente en el tamaño de la pata. Hay incluso niños que las tunean a su gusto. (+)
