La Comunidad de Madrid presionó a un licitador de un servicio de ambulancia para que abandonara de forma voluntaria el contrato de 72 millones de euros que le iba a ser adjudicado tras presentar dentro de la legalidad la oferta más barata.
Tras varias reuniones en la Consejería de Sanidad y ante la intimidación -explícita en algún caso- de los miembros de la Administración autonómica, la empresa renunció a su oferta.
Después, los responsables de la Sanidad pública madrileña alcanzaron un pacto para dar forma legal a su maniobra y otorgaron el contrato tres semanas más tarde a una filial de Ferrovial, con una oferta cinco millones de euros más cara. (Ver más >)