Ha dicho Felipe González que en España no hay corrupción política sino un descuido generalizado que superaremos cuando los jueces dicten sentencias y los de su gremio se aten los machos. No es precisamente la mejor explicación que nos ha ofrecido el abuelo Cebolleta del socialismo. Un descuido es salir de casa y olvidarse la llave dentro o dejarse el calentador de gas encendido el día que comienzan las vacaciones y hacer cien kilómetros de vuelta para apagarlo. De los descuidos, por involuntarios, no se tiene consciencia inmediata, mientras que con la corrupción nadie del entorno suele ser ajeno sino cómplice. Indolencia culpable que se diría en cursi.
La verdad es la verdad, la diga Agamenón, su porquero o un sujeto que escondía un millón de euros en el altillo de un armario empotrado. Y la verdad, o algo muy parecido, es que el PP ideó un sistema de financiación ilegal, que recibió mordidas a cambio de adjudicaciones públicas, y que de ese sistema, implantado a todos los niveles y territorios, se lucraron personalmente algunos avispados. Lo único generalizado no era el descuido sino la corrupción. Seguimos para bingo. (Ver más >)
La verdad es la verdad, la diga Agamenón, su porquero o un sujeto que escondía un millón de euros en el altillo de un armario empotrado. Y la verdad, o algo muy parecido, es que el PP ideó un sistema de financiación ilegal, que recibió mordidas a cambio de adjudicaciones públicas, y que de ese sistema, implantado a todos los niveles y territorios, se lucraron personalmente algunos avispados. Lo único generalizado no era el descuido sino la corrupción. Seguimos para bingo. (Ver más >)