Durante las últimas décadas las grandes ciudades han vivido un fenómeno común y continuado: la tendencia a que la población se aglutine en núcleos urbanos cada vez más grandes. Hay varios elementos que lo han impulsado: la especialización de los trabajadores, las oportunidades laborales, la mejora tecnológica y la inmigración. Sin embargo, la pandemia ha roto esta tendencia. Un claro ejemplo es el éxodo masivo de Madrid y otras regiones hasta la costa mediterránea y la España de interior.
Pero lo sorprendente es que cuando la pandemia pasó, aquellos que se fueron no han querido regresar a sus ciudades. Y no parece que lo vayan a hacer, de momento.
Sigue siendo tendencia después de la pandemia. Un año después del inicio de la epidemia, vivir en los pueblos sigue cotizando al alza. Miles de madrileños han dado el paso de abandonar las ciudades para irse a vivir al campo. Un cambio en busca de más tranquilidad y calidad de vida tras un año de restricciones. Lo que ha llevado a una fuerte subida de precios del alquiler en los pueblos de la sierra madrileña, por ejemplo, de hasta un 30%. Si antes vivir en un chalet de la sierra podía conseguirse por 600 euros al mes, ahora, ya no se encuentran por menos de 900.
La búsqueda de espacios abiertos, unida a la posibilidad abierta de trabajar en remoto, han espoleado a multitud de madrileños a ese cambio de residencia alejados de las áreas metropolitanas. Si bien cayeron las ventas de inmuebles en 2020, la compra de viviendas unifamiliares en el cuarto trimestre de 2020 registró un incremento de 2,1 puntos porcentuales.
¿Por qué sucede? Fundamentalmente por tres factores: el coste y la calidad de vida y las nuevas posibilidades tecnológicas. Por un lado, la creciente aglomeración demográfica en algunos núcleos urbanos había llevado a que el coste de la vida en estas zonas creciera muy por encima de los salarios, debido a la escasez de vivienda. Y ahora con las nuevas posibilidades tecnológicas abiertas durante la pandemia como el teletrabajo podría estar produciéndose un movimiento hacia ciudades más baratas y con mayor calidad de vida. (+)
Pero lo sorprendente es que cuando la pandemia pasó, aquellos que se fueron no han querido regresar a sus ciudades. Y no parece que lo vayan a hacer, de momento.
Sigue siendo tendencia después de la pandemia. Un año después del inicio de la epidemia, vivir en los pueblos sigue cotizando al alza. Miles de madrileños han dado el paso de abandonar las ciudades para irse a vivir al campo. Un cambio en busca de más tranquilidad y calidad de vida tras un año de restricciones. Lo que ha llevado a una fuerte subida de precios del alquiler en los pueblos de la sierra madrileña, por ejemplo, de hasta un 30%. Si antes vivir en un chalet de la sierra podía conseguirse por 600 euros al mes, ahora, ya no se encuentran por menos de 900.
La búsqueda de espacios abiertos, unida a la posibilidad abierta de trabajar en remoto, han espoleado a multitud de madrileños a ese cambio de residencia alejados de las áreas metropolitanas. Si bien cayeron las ventas de inmuebles en 2020, la compra de viviendas unifamiliares en el cuarto trimestre de 2020 registró un incremento de 2,1 puntos porcentuales.
¿Por qué sucede? Fundamentalmente por tres factores: el coste y la calidad de vida y las nuevas posibilidades tecnológicas. Por un lado, la creciente aglomeración demográfica en algunos núcleos urbanos había llevado a que el coste de la vida en estas zonas creciera muy por encima de los salarios, debido a la escasez de vivienda. Y ahora con las nuevas posibilidades tecnológicas abiertas durante la pandemia como el teletrabajo podría estar produciéndose un movimiento hacia ciudades más baratas y con mayor calidad de vida. (+)