Pero no se trata solo de los adolescentes. Los insultos son habituales en Twitter o Facebook, incluso entre personas que ocupan puestos de responsabilidad y tienen una gran visibilidad pública. Uno de los motivos es que el propio medio favorece la confrontación.
El octubre pasado Frances Haugen, una exempleada de Facebook testificó ante el senado de Estados Unidos denunciando que el algoritmo que decide qué noticias y contenidos mostrar a los usuarios de la red seleccionaba aquellos más extremos, y que la empresa ponía “sus beneficios por encima de controlar el discurso de odio”. Lo mismo ocurre en Twitter, donde según varios estudios, los tuits con contenidos más negativos y agresivos, tanto de la derecha como de la izquierda, tienen más probabilidades de ser compartidos.
Pero hay algo más que algoritmos dedicados a maximizar el número de clics. Los estudios han comprobado que nuestro cerebro funciona de otra forma en redes sociales y nuestra personalidad cambia y se vuelve menos humana.