Giménez pasó ocho años, “toda la infancia”, en los colegios de Auxilio Social, organización de socorro humanitario de FET y de las JONS que existió en Paracuellos en los primeros años del franquismo, inspirada en los Winterhilfswerk de la Alemania nazi. “Hacíamos vida de falangistas”, recuerda el autor: disciplina, “mucha instrucción, mucha religión, muchas hostias, castigos muy crueles y desproporcionados…”. Es decir, los métodos que empleaba el movimiento falangista para educar a los niños.
“Nos dieron una infancia de mierda”, añade. “Yo no he tenido una infancia con amigos, con hermanos, con familia. He tenido una infancia con alguien que me hacía formar, que si no formaba me pegaba, pasando hambre, mirando a ver si había en el suelo algo de comer...”. Sin embargo, no guarda rencor a aquellos instructores y educadoras que parecen tan aterradores en sus cómics: “He sido consciente siempre de que aquellas personas que nos malcuidaban y nos maltrataban no lo hacían por vocación, estaban trabajando en un sitio donde las cosas eran así”.
“Nos dieron una infancia de mierda”, añade. “Yo no he tenido una infancia con amigos, con hermanos, con familia. He tenido una infancia con alguien que me hacía formar, que si no formaba me pegaba, pasando hambre, mirando a ver si había en el suelo algo de comer...”. Sin embargo, no guarda rencor a aquellos instructores y educadoras que parecen tan aterradores en sus cómics: “He sido consciente siempre de que aquellas personas que nos malcuidaban y nos maltrataban no lo hacían por vocación, estaban trabajando en un sitio donde las cosas eran así”.
Sin embargo, hay cosas que reconoce que ni él ni sus antiguos compañeros de los “hogares” han superado. Entre ellas, el hambre. “El hambre es una cosa que se te queda aquí”, dice, señalándose la cabeza. “Es como el miedo, como esas emociones muy fuertes cuando las has experimentado mucho. Si cada vez que sonaba un pito, como me pasaba a mí, era para algo malo, yo más tarde cada vez que oía un pito me ponía firme”.
Muchos años después, Giménez convirtió aquellas historias de su infancia en tebeos. Cuando comenzó a dibujar los “hogares”, lo hizo de memoria: sus muros, sus ventanas, sus paredes. Cosas que de niño se quedan grabadas, que solo ahora está empezando a olvidar. ¿Los protagonistas?: los niños, inspirados en él mismo (un alter-ego llamado Pablito en honor a un compañero de colegio al que perdió la pista) y en otros amigos suyos… y los tebeos, un “personaje más” en torno al que transcurren las infancias rotas. (+)