Pues bien, para mí la diferencia fundamental entre Madrid y Paracuellos, o cualquier otro municipio de nuestro estilo del que tengo referencias directas, es que aquí hemos tenido cuadrillas de vecinos afanándose en la limpieza ya desde el mismo sábado a primera hora (servidor, sin ir más lejos). Vecinos además armados con herramientas, medios de abrigo suficientes y, lo más importante, la sensación (cierta o no, eso ha ido por barrios) de que la limpieza de sus accesos iba a depender en gran medida, o casi en exclusiva, de su esfuerzo personal. Se ha podio ver hasta a gente retirando nieve el domingo a ultima hora de la noche (servidor uno de ellos).
Por contra, en Madrid (que es zona de guerra, muchos tendrían que verlo con sus propios ojos para comprobarlo), y sobre todo en proporción, en el fin de semana han sido muy pocas las personas que se han lanzado a la calle a otra cosa que no fuera disfrutar de la nevada. ¿Motivos? Varios: falta de herramientas, no es lo mismo limpiarte tu unifamiliar que tu bloque (por más que entre muchos hubiera resultado esto último harto más sencillo), caída de ramas y árboles muy acusada, menor disponibilidad de vehículos con cierta capacidad de moverse en estas condiciones. Finalmente, y por todo lo anterior, cuando se han puesto en firme a palear nieve ha sido cuando esta ya se encontraba dura como una piedra y la que quedaba pisada en aceras y calzadas era, en el mejor de los casos, un témpano de hielo con sus buenos cuatro dedos de espesor.
Dicho todo lo anterior, que está ahí y ha podido observarse de primerísima mano por miles de vecinos cada uno con su historia y su peripecia, mi más sincero agradecimiento a todo el mundo que ha colaborado en la limpieza de mi pueblo y, muy especialmente, a todo aquel que ha prestado una pala, un poco de plástico de burbujas para tapar un contador, que le ha hecho la compra al vecino, compartido vehículo, pegado un manguerazo a los que se quedaron sin agua caliente para asearse o acordado de alimentar a nuestros maravillosos pájaros. (+)