José Domingo Moreno conduce despacio por las amplias avenidas de Soto del Henares, el ensanche ‘bien’ de Torrejón de Ardoz, proyectado hace algo más de una década para acoger a 20.000 nuevos madrileños. "Ese bloque de ahí es de Vivenio, el fondo holandés", dice señalando una urbanización. Avanza 200 metros. "Ese de ahí es de Azora, que en realidad es Goldman Sachs", indica. Pone el intermitente, gira, acelera suavemente, pasa delante del colegio concertado, murmurando sobre las contribuciones voluntarias que en realidad no lo son y, al rato, aparca frente a su bloque, su hogar, donde vive alquilado desde 2015. Tanto a él como a decenas de sus vecinos estuvieron a punto de echarlos, pero hoy están a salvo. José sonríe, resopla, recuerda: "Fue una guerra de guerrillas".
Por los avatares de la vida, José, de 48 años, casado y con una hija, trabajador del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), se ha convertido en un experto en la propiedad del suelo. Su familia es una de las 84 de Carabanchel, Vallecas, Tres Cantos, Móstoles, Colmenar Viejo y Torrejón que consiguieron obligar a negociar a Fidere, uno de esos vehículos financieros que desde la crisis del ladrillo fueron aterrizando en España para hacer caja con las rebajas en el sector. Tras dos años de movilizaciones vecinales, el apoyo del Sindicato de Inquilinas y una acción colectiva por nulidad de las condiciones contractuales, Fidere, que pertenece al fondo Blackstone, se avino a negociar unos alquileres decentes, tras haber intentado durante dos años subirles la renta entre un 60% y un 100%, unilateralmente y entre amenazas de desahucios expeditivos. A quien pagaba 450 euros por un piso de dos dormitorios se lo subían a 900. A Moreno, que abonaba 750 por cuatro habitaciones, le pedían 1.200.
Por los avatares de la vida, José, de 48 años, casado y con una hija, trabajador del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), se ha convertido en un experto en la propiedad del suelo. Su familia es una de las 84 de Carabanchel, Vallecas, Tres Cantos, Móstoles, Colmenar Viejo y Torrejón que consiguieron obligar a negociar a Fidere, uno de esos vehículos financieros que desde la crisis del ladrillo fueron aterrizando en España para hacer caja con las rebajas en el sector. Tras dos años de movilizaciones vecinales, el apoyo del Sindicato de Inquilinas y una acción colectiva por nulidad de las condiciones contractuales, Fidere, que pertenece al fondo Blackstone, se avino a negociar unos alquileres decentes, tras haber intentado durante dos años subirles la renta entre un 60% y un 100%, unilateralmente y entre amenazas de desahucios expeditivos. A quien pagaba 450 euros por un piso de dos dormitorios se lo subían a 900. A Moreno, que abonaba 750 por cuatro habitaciones, le pedían 1.200.
Moreno está convencido de que la victoria contra Blackstone es un ejemplo de que la movilización es útil, así que ahora acude allá donde lo llamen para dar testimonio. Hace unos días estuvo en Aranjuez, para animar a otros vecinos en una situación similar. A quienes le preguntan, les insiste en que sí se puede, en que no desfallezcan. Cae el sol de noviembre, empieza a hacer frío, José sintetiza: "Nos liamos la manta a la cabeza. Fue un esfuerzo titánico, pero queríamos luchar, porque era injusto". (+)