Quitar asfalto en las ciudades para que la tierra respire y aumente el bienestar de sus habitantes. Esta es la filosofía que inspira muchos proyectos que están empezando a ejecutarse en ciudades europeas y de todo el mundo. Lo que hace unos años hubiera parecido una idea extravagante o radical está imponiéndose en la realidad por una simple razón: el calentamiento global se ve amplificado por las superficies pavimentadas en las ciudades, aumentando su temperatura en varios grados. Recuperar los terrenos naturales, en cambio, refresca las urbes y ayuda a reactivar la biodiversidad.
Todo empezó en la ciudad de Portland (EEUU) cuando en 2008 se fundó la entidad Depave, formada por un grupo de voluntarios que se dedicaban a sustituir el pavimento del suelo por áreas ajardinadas o, al menos, de superficie natural. El objetivo era muy simple: que el agua de lluvia que cae sobre la ciudad sea absorbida por la tierra y se eviten así las inundaciones.
No solo eso. De este modo se favorece que crezcan plantas silvestres, se planten más árboles y, en definitiva, se creen más zonas de sombra y verdor, lo que reduce el efecto ‘isla de calor’ causado por el pavimento artificial. (+)
Todo empezó en la ciudad de Portland (EEUU) cuando en 2008 se fundó la entidad Depave, formada por un grupo de voluntarios que se dedicaban a sustituir el pavimento del suelo por áreas ajardinadas o, al menos, de superficie natural. El objetivo era muy simple: que el agua de lluvia que cae sobre la ciudad sea absorbida por la tierra y se eviten así las inundaciones.
No solo eso. De este modo se favorece que crezcan plantas silvestres, se planten más árboles y, en definitiva, se creen más zonas de sombra y verdor, lo que reduce el efecto ‘isla de calor’ causado por el pavimento artificial. (+)