El aforismo dice que toda persona debería, a lo largo de su vida, tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol. Pero en los últimos años, a medida que arrecian los efectos del cambio climático y aumenta la conciencia para luchar contra él, el mantra que parece estar imponiéndose entre las empresas es la necesidad de crear un bosque para que sus árboles puedan capturar el CO2 que emiten a la atmósfera y que no puedan reducir con una actividad más sostenible. Cuando lo hacen, pueden inscribirse en el registro de huella de carbono, compensación y proyectos de absorción de dióxido de carbono del Ministerio de Transición Ecológica, en el que ya figuran 833 proyectos de bosques que se extienden a lo largo de casi 17.000 hectáreas y de los que se espera que puedan capturar 6,2 millones de toneladas de C02 de la atmósfera.
En este registro se refleja la marcha del llamado "mercado voluntario de carbono" del que España es pionera y que se puso en marcha en 2014, para invitar a las empresas a capturar de forma natural emisiones de CO2 que con sus actividades contribuyen a lanzar a la atmósfera. Lo hacen financiando la creación de nuevos bosques que por lo menos tienen que tener una hectárea de superficie, en tierras que sean consideradas terrenos baldíos desde diciembre de 1989 o que hayan sido arrasadas en un incendio forestal. (+)