Lo importante, lo imprescindible es el jardincito. Un sitio abierto donde poder respirar durante el próximo confinamiento, un lugar donde pasear en círculos concéntricos o hacer mancuernas como los presos de Cadena Perpetua. Ni siquiera hay que preocupares por el césped, porque ahora venden una especie de rumbas que te lo cortan en menos de lo que dura un Zoom.
Pero no hay manera. Jon nos dice que de campo ni hablar, ni siquiera este campo trucho de la periferia. Él necesita embotellamientos, sirenas, bullicio. Que no concibe la vida, argumenta, sin presentaciones de libros y microteatro, sin salas de V.O. y librerías-cafeterías. Se ha quedado ahí, el pobre, en la autoafirmación a través de eventos culturales de pequeño formato. Mentalidad Babelia, que a los 15 todavía, pero a los cuarenta y tantos, ustedes dirán. (+)