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jueves, 21 de julio de 2022

La ciudad contra sus habitantes

Fuentes sin agua, plazas sin sombra para protegerse del sol, aceras minúsculas en las que no cabe el carrito de la compra o que han sido ocupadas por motos, patinetes, bicicletas de alquiler, contenedores de basura o por las mesas y sillas de bares y restaurantes, contaminación acústica... Estas son algunas de las agresiones que sufren los habitantes de las ciudades día a día. Para salvar estos problemas basta con sentarse —y consumir, claro— en una terraza para tener una sombrilla que te tape el sol, agua del grifo y, si hay suerte, incluso un difusor que refresque el ambiente cuando las temperaturas están en lo más duro de la jornada.


A los gestores públicos que esto ocurra les da igual y, de hecho, lo promueven. Solo hay que pasear y observar las aceras, o basta con entrar en Twitter y ver las quejas de los vecinos de los barrios afectados, que ni pueden aparcar en las zonas de estacionamiento regulado debido a las “terrazas covid” ni dormir por el ruido de estas. Solo de Madrid hay varias cuentas de dicha red dedicadas a enviar protestas al Ayuntamiento. Dos de ellas son: @sos_centro y @chamberi_vecino, esta última dedicada en gran parte a las quejas sobre la calle de Ponzano, que ha multiplicado sus bares y terrazas en los últimos años.

Los bancos, ay, los bancos. En la ciudad de Madrid han ido desapareciendo con el paso de los años las zonas en las que descansar mientras das un paseo y, seguramente, si las hay, estarán a pleno sol o tan pegadas a la terraza de un bar que no se podrán utilizar. Recientemente, el Ayuntamiento ha reformado algunas calles de la almendra central. Los adoquines y el mármol del suelo de las calles de Montera y Arenal han sido sustituidos por un agradable asfalto. En este momento hay obras de reforma en la Puerta del Sol: ¿Fuentes? Solo una. ¿Árboles? Eso, en el Retiro. ¿Sombra? Ni hablar. ¿Bancos? Los justos. Madrid, el terror del ciudadano, y del turista también.

Pero todo da igual. Parece que las ciudades no son para los peatones, sino para los coches. El futuro debería pasar por las ciudades de 15 minutos —como sucedió con Pontevedra hace más de 20 años, o con París— y las medidas que reducen el tráfico rodado en el centro urbano, convertido así en un lugar cómodo y agradable para los peatones. Si queremos ciudades poco contaminadas y pensadas para las personas, de poco sirve que el paseo del Prado de Madrid, con sus 10 carriles, sus pequeñas aceras y su zona ajardinada entre miles de coches, entrara hace unos meses en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco, por ejemplo. Quizá, solo quizá, además de la acción drástica de los ayuntamientos, también sea necesario un poco de civismo por parte de la ciudadanía para reducir el ruido, y responsabilidad por parte de los locales. Aunque sea mucho pedir. (+)